En
esta ocasión, me parece muy apropiada la película Matilda. Sin duda está en la memoria de cualquier persona que lea
esto y por eso la he elegido. Dos profesoras en las antípodas que consiguen
todo lo contrario.
Por un lado, una mujer autoritaria, violenta. Su método es la humillación y el abuso de poder. Lo único que logra es atemorizar a los niños y las niñas que están en el colegio. Como olvidar ese momento en el que Bruce, uno de los niños, es castigado a comerse todo el pastel de chocolate. Todos vitorean su nombre para que cumpla el castigo, lo que es notable porque es signo de que el autoritarismo se contagia entre compañeros y, lejos de lograr empatía, refuerza la autoridad de la profesora y potencia los malos resultados que eso da.
Por
otro lado, la profesora comprensiva que se esfuerza en lograr que todos y todas
saquen a relucir su máximo potencial. Ese enfoque más democrático da como
resultado un avance mayor y perdurable. El desarrollo académico y personal
crece de manera conjunta. Es un modelo de escuela centrada en el alumnado y no
en el docente y, sin lugar a dudas, la dirección y los resultados son más esperanzadores.
En
conclusión, esta película es la magia que una persona implicada y empática
puede hacer en esas personas que en un futuro sostendrán el mundo. Démosle el
amor como herramienta y no el miedo.
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