El
documental de ‘O Pelouro’ nos ha mostrado esta escuela tan singular de Galicia.
Un centro entre la frontera de España y
Portugal que también toca los límites de lo que consideramos la normalidad
educativa.
Esta
escuela gallega posee un proyecto de educación en el que los y las estudiantes
son realmente el centro de todo y los contenidos se adaptan a ellos.
Adaptar
los contenidos a ellos no supone adaptar en función de gustos, sino que, dando
los mismos contenidos, se adquieren de una forma en la que quien los aprende es
protagonista y lo aprende desde la experiencia.
En
la escuela, además, alumnos de todas las edades y con bagajes muy distintos
conviven y aprenden juntos. Al verlo, me he dado cuenta de que esa forma de
agrupación es totalmente natural. Nos hemos acostumbrado a la división de
cursos por edad, pero el mundo real no funciona así, ni siquiera es siempre la
mejor opción.
El
contacto con la naturaleza también destaca en este centro y los niños se
relacionan con su entorno de una manera sana y haciéndose preguntas que
favorecen su curiosidad natural en contacto con lo que les rodea. El medio
rural es idóneo para ello.
En
conclusión, esta escuela es un pequeño reducto donde sus alumnos pueden
exprimir su potencial y desarrollar su conocimiento del mundo más allá de
largas horas sentados en una silla con actitud pasiva.
O
Pelouro es un ejemplo de cómo hemos asumido una forma de educación reglada que
no siempre es la mejor y nos obliga a preguntarnos qué modelo de escuela
queremos y, por consiguiente, qué modelo de ciudadanía.
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