Homeschooling o la escuela
en casa es un concepto que, en apariencia, es moderno y que, sin embargo, retorna
a una época preindustrial en la que los niños aprendían en su entorno y no
dentro de colegios.
En
España, este método no está regulado y las cerca de 4000 familias que lo llevan a cabo
tienen que lidiar con la no oficialidad y los vacíos legales. Los alicientes de
esta opción son, en ocasiones, desventajas al mismo tiempo, razón por la que el camino es
tortuoso.
Es
cierto que, en plena era tecnológica, los recursos son inagotables y muy
variados, así que puede que en unos años se extienda su normalización. Los
niños y las niñas que estén dentro de este modelo tendrán una educación más
especializada y acorde a sus necesidades. El entorno es seguro, pues no tiene
ningún tipo de presión de grupo y, según argumentan sus defensores, tiene un
efecto positivo en la autoestima y el desarrollo. La razón principal es que se reduce
la competitividad y se aprende desde el placer del conocimiento.
Por
el otro lado, cabría cuestionarse si, a un niño que no se relaciona con un
entorno distinto al de su familia la mayor parte del tiempo, no se le priva de
un desarrollo personal más enriquecedor. Aparte, un mismo entorno constante
puede privar de perspectivas que un colegio puede aportar. La variedad de ideas permiten el derecho de elegir y un niño que solamente conozca un entorno podría estar
excesivamente condicionado para generar un criterio propio y libre.
En
resumen, el tema es delicado por sus marcados contrastes y sería necesaria una
regulación que clarificase los límites de esta opción educativa.
A
modo de cierre, os recomiendo una intensa, pero propicia película: Canino del director griego Yorgos
Lanthimos.
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