La sesión sobre
los libros blancos ha sido un descubrimiento. Es una herramienta que no sé cómo
no tiene más repercusión social.
En materia de
educación, Marina hace un trabajo nada desdeñable poniendo en la palestra
propuestas que, más o menos acertadas, sirven de guía a aquellos que tomarán
las decisiones importantes de futuro.
Aunque sea de
2015, este libro no ha perdido vigencia y debería de seguir siendo un documento
de consulta para todo el mundo educativo, desde docentes hasta ministros. Desde
mi punto de vista, las propuestas más llamativas son:
- La equiparación de la preparación para la docencia con la carrera médica, en tiempo y selección. Es necesario poner el foco en la preparación de los docentes, pero el mundo educativo y el sanitario son muy distintos y no equiparables. Dentro de que ambos tienen responsabilidades importantes, difieren mucho. No es lo mismo operar a corazón abierto que explicar el complemento directo. Por eso, no es una cuestión de tiempo de formación si no de adecuación a la necesidad.
- Las evaluaciones a los docentes. En sí, la propuesta no es ni buena ni mala. Las preguntas que me hago son ¿Quién se encarga de evaluar y bajo qué parámetros? ¿Es una prueba suficiente para ver la calidad docente? En mi opinión, no. El impacto de la educación es en gran medida intangible y se ve a largo plazo.
- Mayor presencia de educadores sociales, bibliotecarios y especialistas en nuevas tecnologías. Definitivamente sí. Atender a los recursos humanos y tecnológicos del centro generaría mayor calidad y daría al docente mayor apoyo.
- Animar a proyectos de transformación de los centros desde las propias administraciones. La actitud proactiva siempre es necesaria, estar atento a los cambios y necesidades para no caer en el estancamiento es innegable para un avance más efectivo.
En
definitiva, el libro blanco es un referente. Lejos de debates generales, esta
herramienta propone puntos claros y direcciones esclarecedoras.
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