El
dato clave es la ratio. En una enorme extensión con tan solo 25
habitantes/km2, el número de estudiantes por clase no es alto. Lo que por un lado es perjudicial, es
beneficioso por otro. La despoblación, que azota con especial saña el medio
rural, se transforma en este caso en un aliciente para una educación más
personalizada.
Por
otro lado, la modernización de las aulas también va de la mano. El presupuesto
para digitalizar los centros con tablets y pizarras digitales es de 52,5
millones este año y de 11.5 millones para la mejora de infraestructuras. De
hecho, 566 centros comienzan el curso con la acreditación Códice TIC.
A
esto, se añade el aumento de personal docente, algo significativo para mantener
grupos pequeños, así como la formación de los mismo en el ámbito tecnológico. En
definitiva, unos resultados escolares que muestran una alta calidad, unos
recursos que buscan conectar con el mundo digital en el que ya estamos inmersos y unos docentes formados y capacitados.
En
este punto de éxtasis conviene mirar al horizonte y pensar dónde van los
alumnos y las alumnas que salen con tanta preparación. ¿Por qué una comunidad
puntera en educación no lo es en artes o ciencias?
No
es descabellado poner la mirada en el siguiente escalón y evitar la continua
fuga de cerebros que, con toda su preparación, no encuentran en su tierra un
futuro acorde.
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